Hace tiempo
conocí a una chica, muy guapa, me parece que mayor que yo por uno o dos años.
Nuestros padres eran amigos, y las dos familias hacíamos algunas excursiones
juntas. Recuerdo que tenía un hermano que era un bicho, todo el día molestando
a mi hermano, como si el pobre no tuviera suficiente conmigo en casa. Ella era
pelirroja, si mal no recuerdo, y muy guapa, una chica que me gustó como ninguna
otra, a pesar de mi corta edad y toda la experiencia que me quedaba, y me
queda, por vivir. Yo tendría unos 7 años en aquella época, pero parece que ya
sabía con quién quería estar en un futuro que, ojalá, no fuera tan lejano. Ella y
yo éramos inseparables cuando estábamos juntos, jugando, descubriendo los
misterios de la naturaleza, bañándonos en el río… cosas que en aquel tiempo
solo compartía con mi mejor amigo, una persona que considero mi hermano de no
sangre (ya tengo un hermano de sangre y este chico, incluso a día de hoy, está
a mi lado en las buenas y malas).
Mi último
recuerdo de ella ha sido uno de los más felices que he tenido, y cada vez que
recuerdo esa noche se esboza una sonrisa en mi cara. Un juego tan simple como
el “piedra, papel o tijera” consiguió que pasara una de las noches más
divertidas que nunca he tenido. Era en un restaurante de mi pueblo. Nuestros
padres estaban en una mesa sentados con nuestros hermanos mientras ella y yo
estábamos en otra hablando y jugando. Cuando empezamos a jugar, era lo típico,
canturreábamos la canción y sacábamos una de las opciones para ganar el uno al otro.
De repente, empezamos a sacar lo mismo, repetimos y la tirada fue igual, y
otra, la siguiente también… y fue ahí cuando empezaron las risas. No todas las
tiradas fueron dos piedras, dos tijeras o dos papeles, en alguna uno de los dos
ganaba la ronda, pero las risas volvían cuando sacábamos otra vez lo mismo. Mi
recuerdo de esa noche se queda ahí, ella y yo, los dos solos jugando a un juego
de niños, riendo, como si nada más existiera.
Cada vez que
intento recordarla, siempre viene a mi mente esa noche, pero nunca su rostro,
ni siquiera su nombre, no sé si es porque vamos perdiendo algunos recuerdos
conforme nos hacemos mayores o porque mi cerebro me protege de una vida de
tristeza por recordar a la que siempre he considerado mi primer amor, aunque
fuera platónico, la primera chica por la que sentí algo. Pero claro, mi corazón
me quiere torturar y muchas veces me ha llevado a la búsqueda de alguna foto
donde ella apareciese, pero sin resultado. Alguna vez me he parado a pensar y
preguntarme si en realidad fue un sueño que recuerdo bastante bien para el
tiempo que ha pasado, un sueño tan real que ha dejado mella en mí, dicen que la
mente es tan poderosa que es capaz de hacernos sentir cosas como si las
viviéramos incluso mientras dormimos. Pero siempre descarto esa idea, ella era
demasiado real y los momentos vividos eran demasiado buenos para ser falsos.
Ojalá algún día encuentre a esa chica, aunque ya no sienta lo mismo que sentí
entonces, aunque ya no seamos los mismos críos que se divertían jugando al “piedra,
papel o tijera”, pero que siempre tendrán esas risas grabadas en la memoria.